VIGESIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Ezequiel
18:25-28; Filipenses 2:1-11; Mateo 21:28-32)
Tres
hombres están platicando en la tele sobre el cine. Los tres han tenido éxito como
directores. Por casualidad todos son
mexicanos: Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, y Alejandro González- Iñárritu. Más importante aún, son los mejores de
amigos. Cuando se dirige la conversación
a uno, él inmediatamente piensa en el otro.
González-Iñárritu dice que admira el estilo de la fantasía de del Toro. Del Toro dice que cuando vio la obra de
Cuarón, quería llamar a todos sus conocidos para contarlos de ella. Cuarón explica por qué los tres son
compañeros y no competidores. Dice:
“Cuando cambias de la envidia a la admiración, es la liberación”.
Sin
embargo, parece que preferimos quedar bajo el yugo de la competencia. En lugar
de dar a otras personas los elogios debidos, buscamos sus faltas. No importa que queremos que todos reconozcan nuestros
éxitos. ¿Por qué somos así? ¿Es que somos partes de la cultura de
Facebook donde es requerido proyectar la imagen más atractiva posible? O posiblemente es que como niños no recibimos
suficiente atención de nuestros padres. También
es posible que queramos acaparrar la atención porque no conocemos a Jesús.
Como San
Pablo dice en la segunda lectura hoy, Cristo se humilló cuando se hizo
hombre. Aún más, vivía entre nosotros
como servidor. Ni siquiera para salvar
su propia vida, hizo reclamos de injusticia.
Si somos sus amigos, imitaremos su humildad.
Con
Jesús como nuestro amigo, no nos hace falta la admiración de otras personas. Sí, es cierto todo el mundo necesita alguna afirmación. Sin embargo, en cuanto seamos apegados a
Jesús, la estima de la gente nos cuenta menos.
Sentimos seguros de su amor como nuestra recompensa. Recordamos al papa San Juan Pablo II en la
tele el día de Navidad hace diez años.
Se vio completamente desgastado.
Pero no tenía vergüenza a aparecer ante las cámeras. Pues, le prometió a Cristo que le serviría
hasta la muerte.
La
lectura nos indica el motivo más grande para ser humildes como Jesús. Dice que Dios Padre lo exaltó sobre
todo. Como amigos de Jesús, tendremos un
lugar con él en la vida eterna. ¿Es ser
egoísta imitando a Jesús para tener un puesto en la gloria? Los no creyentes siempre proponen esta
objeción a los cristianos. Pero no es
egoísta tanto como tomar la comida no es egoísta. Comemos para cumplir nuestros destinos en
este mundo. Asimismo, imitamos la
humildad de Jesús para cumplir nuestros destinos como sus hermanos.
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